TEAL Vanguard - extracto primer capítulo

TURQUESA VANGUARDISTA

El futuro de las organizaciones empresariales. Dinámicas y métodos para el trabajo en equipo y el autoconocimiento

Capítulo 1 (extracto)

El estado de flujo y el concepto de inteligencia 

Hace mucho tiempo, en un mundo donde el hombre aún no había desarrollado la tecnología, la gente vivía de la agricultura. Una categoría de personas, de las que todo el mundo se burlaba y marginaba, llevaba a sus espaldas pesados y engorrosos sacos llenos de semillas que servían para cultivar una simple hierba, sin producir ni frutos ni ingresos. Un día, un niño fue a jugar a la pradera que había crecido de esta hierba. Pronto se dio cuenta de lo mucho menos doloroso que era caminar descalzo sobre la hierba en lugar de hacerlo sobre el suelo desnudo. Se dio cuenta de lo mucho que aquellos hombres, que pensaban de forma diferente, mejoraban la vida de todos, haciendo más bello el mundo en el que vivían.

1.1. Inteligencia emocional y social 

"Si queremos vivir adecuadamente, necesitamos una cierta capacidad para movernos en tres ámbitos diferentes: el mundo externo, el mundo interno y el mundo de los demás" (Daniel Goleman, 2011). 

Hace unos años vi una película: Me llamo Khan. Es la historia de Rizwan Khan, un musulmán de Bombai que padece el síndrome de Asperger, una forma de autismo que dificulta las relaciones con los demás. Gracias a su madre, Khan pudo superar la mayoría de sus dificultades emocionales y tener una vida social satisfactoria. Luego se trasladó a Estados Unidos, siguiendo a su hermano, y pudo demostrar con inteligencia y tozudez que las acusaciones de terrorismo contra él eran infundadas, e incluso fue exonerado por el presidente Obama. Siempre me he preguntado cómo la atención de su madre pudo darle la oportunidad de llevar una vida normal. 

El autismo es un trastorno grave del neurodesarrollo que afecta a la capacidad de interactuar y comunicarse socialmente, induce comportamientos repetitivos y limita gravemente la gama de intereses. Alrededor del 30% de los autistas tienen una discapacidad intelectual evidente, pero en algunos de ellos el potencial cognitivo, la memoria, la capacidad de cálculo y las habilidades musicales y matemáticas pueden estar increíblemente desarrolladas. Así que la cuestión es qué es exactamente la inteligencia y cuántas facetas tiene. 

Un estudio de niños menores de 10 años demostró que los que tenían un coeficiente intelectual superior a la media pero un bajo rendimiento escolar tenían un funcionamiento deficiente del córtex frontal. A pesar de su inteligencia, eran propensos al fracaso escolar, al alcoholismo y a la delincuencia (Goleman, 2011). Esto se debía a su falta de control sobre su vida emocional, no tenían déficits intelectuales en el test de CI, pero no habían adquirido ciertas habilidades como superar la frustración, controlar las emociones y llevarse bien con los demás. 

Los estudios de Howard Gardner representaron un punto de inflexión en el estudio de la inteligencia. Gardner, criticando las teorías existentes y utilizando estudios de niños con diferentes capacidades intelectuales, pudo inferir la existencia de diferentes aspectos de la inteligencia. Su teoría de las inteligencias múltiples defiende la existencia de diferentes formas de capacidad e identifica siete tipos de inteligencia que cada persona puede poseer: lingüística, lógico-matemática, espacial, corporal-cinestésica, musical, interpersonal e intrapersonal. Estos hallazgos han sido confirmados por las investigaciones realizadas con pacientes que han sufrido un ictus y que carecen de ciertas funciones cognitivas, y han permitido formular un concepto de inteligencia mucho más rico (Gardner, 1991). 

Investigaciones posteriores, llevadas a cabo por Gardner y sus colegas, han revelado la existencia de otras posibles inteligencias adicionales, como las inteligencias emocional y social que se analizan en esta sección, o la inteligencia intuitiva que se analizará más adelante en el libro. Todos los seres humanos poseen las diferentes inteligencias, pero cada persona tiene su mezcla particular. La inteligencia emocional fue definida por primera vez en 1988 por Reuven Bar-On, un psicólogo israelí, y posteriormente explicada en 1990 por Peter Salovey y John D. Mayer en el artículo Emotional Intelligence. Actualmente se define como "la capacidad de un individuo para reconocer, discriminar, identificar, etiquetar adecuadamente y, en consecuencia, gestionar sus propias emociones y las de los demás con el fin de alcanzar determinados objetivos". Salovey extiende las habilidades emocionales a cinco áreas principales: 

  1. La autoconciencia de las propias emociones. Las personas que están seguras de sus sentimientos gestionan mucho mejor sus propios sentimientos; 
  2. control de las emociones. La capacidad de retrasar la gratificación y reprimir los impulsos son habilidades esenciales. Las personas con un control emocional adecuado pueden recuperarse mucho más rápidamente de los reveses y las derrotas de la vida. En relación con esto, el concepto de resiliencia se discutirá en el próximo capítulo; 
  3. la auto-motivación. La capacidad de lograr fácilmente la concentración y el enfoque, la motivación y el autocontrol permite entrar en el estado de flujo, que permite lograr un rendimiento excepcional de cualquier tipo, como se explicará más adelante en este capítulo;
  4. gestión de las relaciones. Esto es posible en aquellos que son capaces de dominar las emociones de los demás. Son habilidades que aumentan la capacidad de liderazgo y la eficacia en las relaciones interpersonales; 
  5. reconocimiento de las emociones de los demás. La empatía es fundamental en las relaciones con los demás. 

La evolución de los aspectos empáticos en la especie humana ha permitido el desarrollo de las características sociales de los humanos. Estas capacidades nos permiten comprender los estados mentales y emocionales de los individuos con los que interactuamos y con los que nos relacionamos, y en algunos casos incluso nos permiten sentir sus emociones. La base biológica de esto parece estar en las neuronas espejo, descubiertas por Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma, en la década de 1990. En el cerebro humano se localizan en áreas motoras y premotoras, en el área del lenguaje y en el córtex parietal inferior. Son cruciales para el aprendizaje por imitación. Las neuronas espejo se activan cuando presenciamos una acción realizada por otros o una emoción experimentada por otros, y permiten al cerebro experimentar una especie de "simulación de la experiencia de otros". 

Este sistema es esencial para entender realmente a la persona que tenemos delante e interactuar con ella; es la base neurofisiológica del comportamiento social humano. Esta capacidad de interpretar y comprender la mente permite predecir las acciones y reacciones de los demás y es la base de la inteligencia emocional. El sistema compara las acciones y emociones de los demás con las suyas propias similares en el pasado, que se almacenan en el circuito de memoria (más adelante se habla de esto). El funcionamiento de las neuronas espejo puede ofrecer una explicación biológica para algunas formas de autismo, ya que los experimentos parecen indicar un funcionamiento reducido de este tipo de neuronas en los niños autistas. Estos últimos probablemente no entienden el significado de los gestos y las acciones de los demás, y no comprenden las emociones comunes que expresan los rostros y las actitudes de quienes les rodean. 

El concepto de inteligencia emocional fue reelaborado posteriormente por el psicólogo Daniel Goleman en su libro Emotional Intelligence (1995). Se caracteriza por elementos específicos que en parte pueden remontarse a la clasificación anterior de Salovey: 

1. Autoconciencia: capacidad de reconocer las propias emociones y fortalezas, así como las limitaciones y debilidades; 

2. Autorregulación: la capacidad de gestionar las propias fuerzas, emociones y debilidades, adaptándolas a las diferentes situaciones que puedan surgir, con el fin de alcanzar metas y objetivos; 

3. motivación: la capacidad de reconocer los pensamientos negativos y convertirlos en pensamientos positivos que puedan motivar a uno mismo y a los demás; 

4. empatía: capacidad de comprender plenamente e incluso percibir y sentir el estado de ánimo de otras personas; 

5. habilidades sociales: la capacidad de gestionar las relaciones con las personas para "dirigirlas" hacia la consecución de un objetivo concreto. 

Gracias a esta última, el concepto de inteligencia emocional se desarrolla aún más en la inteligencia emocional y social. La primera definición de inteligencia social se remonta a 1920, cuando Edward Thorndike, psicólogo de la Universidad de Columbia, señaló que "el mejor mecánico de una fábrica puede ser un fracaso como capataz por falta de inteligencia social". Sin embargo, fue Bar-On quien desarrolló el modelo conceptual y psicométrico de la "competencia emocional y social" y fue el primero en introducir el concepto de "EQ" (Emotional Quotient) para medir la competencia emocional y social. Daniel Goleman, por su parte, publicó su trabajo sobre la inteligencia social en 2006, definiéndola como la competencia para construir relaciones satisfactorias y resolver problemas de comunicación y sociales. En pocas palabras, la inteligencia emocional es saber vivir con uno mismo y su entorno interior, mientras que la inteligencia social es saber vivir con los demás y el entorno social. La inteligencia emocional y la social a menudo se solapan, confundiéndose la una con la otra. El resultado es una inteligencia social y emocional única que se manifiesta en la capacidad de reconocer y convivir pacíficamente con las emociones propias y ajenas. 

Ser capaz de controlar las emociones de otra persona requiere la madurez de otras dos habilidades emocionales, la autorregulación y la empatía, ya señaladas. Son las habilidades sociales que contribuyen a la eficacia de un individuo en el trato con los demás. No tener suficientemente desarrolladas las habilidades en el ámbito de las interacciones sociales suele conducir a desastres interpersonales, que persisten y se repiten en el tiempo. Por otro lado, tener estas habilidades sociales permite inspirar, persuadir e influir en los demás, a la vez que los hace sentir cómodos. Las personas con una fuerte inteligencia emocional y social son capaces de ayudar a los demás a calmar la emocionalidad excesiva o negativa. Son las personas a las que los demás acuden en los momentos de mayor necesidad. 

John Cacioppo, cofundador del campo de la neurociencia social y especialista en psicofisiología social de la Universidad Estatal de Ohio, ha estudiado estos imperceptibles intercambios emocionales y ha observado que: "la visión de alguien expresando una emoción puede ser suficiente para evocar ese mismo estado de ánimo en nosotros, nos demos cuenta o no de que estamos imitando la expresión facial de la otra persona" (Goleman, 2014). Esto sucede todo el tiempo, es como participar en una especie de danza sincronizada que transporta emociones y estados de ánimo. El grado de comunicación emocional que el individuo percibe en una interacción se refleja en la medida en que los movimientos de los sujetos que interactúan están rigurosamente orquestados mientras hablan. Este fenómeno se denomina "índice de cercanía inconsciente". Una persona asiente cuando la otra explica algo, o ambas mueven la silla al mismo tiempo, o ambas se apoyan en el mismo reposabrazos de la silla al mismo tiempo, o una se inclina hacia delante mientras la otra se aleja. Esta reciprocidad establece un vínculo entre los movimientos de los individuos que sienten un contacto emocional. Esta sincronía parece facilitar el envío y la recepción de estados de ánimo, incluso cuando son negativos. Según Cacioppo, un factor determinante para que las relaciones interpersonales sean eficaces es la capacidad con la que el individuo pone en práctica esta sincronía emocional. Establecer el registro emocional de una interacción significa ser capaz de dirigir el estado emocional del otro. El individuo con mayor expresividad suele ser aquel cuyas emociones arrastran al otro, la persona que expresa su poder sobre el otro. La pareja dominante habla más, mientras que la subordinada pasa más tiempo mirando a la cara del otro. Por la misma razón, la fuerza de un buen orador reside en determinar y atraer las emociones del público. Ejercer influencia sobre los demás significa precisamente arrastrar sus emociones (Goleman, 2014). 

Estos estudios tienen su origen en los conceptos de inteligencia múltiple de Gardner y su identificación de la inteligencia intrapersonal. La inteligencia intrapersonal es la puerta de entrada al desarrollo de la inteligencia emocional y social: no hay inteligencia emocional sin inteligencia social y no hay inteligencia social sin inteligencia interpersonal (Gardner, 1991). De hecho, la inteligencia emocional y social engloba las habilidades que Hatch y Gardner habían identificado como componentes de la inteligencia interpersonal: la predisposición al liderazgo, la capacidad de coordinar los esfuerzos de una red de individuos, la capacidad de cultivar relaciones y vínculos personales, la capacidad de mantener amistades, la capacidad de resolver conflictos y negociar soluciones, y la capacidad de analizar la situación social. Gardner se dio cuenta de lo fundamentales que eran estas habilidades emocionales y relacionales para afrontar la vida. En la realidad cotidiana, ninguna inteligencia es más importante que la intrapersonal, porque es indispensable para tomar las decisiones más adecuadas y correctas en diferentes contextos. 

En conjunto, todas las habilidades comentadas hasta ahora constituyen los ingredientes necesarios para el encanto, el carisma y el éxito social. Quienes están dotados de inteligencia emocional y social pueden relacionarse con los demás con gran facilidad, son muy buenos leyendo sus reacciones y sentimientos, pueden actuar como guías y organizadores, y pueden gestionar y resolver las disputas que siempre surgen en cualquier actividad humana. Son líderes por naturaleza, es decir, personas que pueden manejar los sentimientos de la comunidad y articularlos de manera que guíen al grupo para lograr sus objetivos. 

El concepto de liderazgo emocional es introducido por Daniel Goleman, Richard Boyatzis y Annie McKee en el libro Being a Leader. Liderar a otros con inteligencia emocional (2014). El concepto de liderazgo basado en el poder y la autoridad queda definitivamente desvirtuado. Ya no basta con tener capacidad de liderazgo y habilidades técnicas para obtener resultados, llegar a fin de mes, salvar a las empresas y organizaciones de la quiebra. Hay que saber movilizar las mejores energías, saber jugar con las motivaciones profundas de cada uno de los individuos que forman parte del equipo. Sin embargo, estas habilidades no sólo son innatas, sino que pueden aprenderse, desarrollarse y mejorarse para conseguir un importante rendimiento laboral y de liderazgo. "La inteligencia académica no ofrece ninguna preparación para superar las dificultades y aprovechar las oportunidades que brinda la vida. Un alto coeficiente intelectual no es garantía de prosperidad, prestigio o felicidad, pero nuestras escuelas y nuestra cultura se fijan en las habilidades académicas, ignorando la inteligencia emocional" (Goleman, 2012). Con estas palabras, Goleman convierte la inteligencia emocional en una herramienta fundamental en el ámbito del éxito profesional. 

Goleman define como crucial la selección de líderes empresariales según el valor de la inteligencia emocional. Muchas empresas lo aplican, especialmente para seleccionar a los altos cargos. "He tenido acceso a los datos de más de 200 de estos procesos de selección, y he comprobado que para las asignaciones de todo tipo, las habilidades de Inteligencia Emocional son dos veces más importantes que las habilidades técnicas o el coeficiente intelectual" (Goleman, 2012). "Las habilidades técnicas se pueden aprender en la escuela, todo el mundo puede tenerlas. Pero cuanto más se asciende en la jerarquía organizativa, más importante es la inteligencia emocional" (Goleman, 2012). 

Es patognomónica la elección clarividente de una clínica universitaria de Boston. Dos médicos, que hipotéticamente se llamarán Dr. Uno y Dr. Dos, competían por el puesto de director general de la entidad que gestionaba ese hospital, junto con otras instalaciones. Ambos habían sido jefes de departamento, eran excelentes médicos y habían publicado muchos trabajos de investigación ampliamente citados en prestigiosas revistas médicas. Pero tenían personalidades muy diferentes. Uno era muy serio, orientado a los objetivos e impersonal. Era un perfeccionista inflexible, hablaba en un tono agresivo y mantenía a su personal bajo constante presión. Dos no era menos exigente pero sí mucho más accesible, incluso juguetón en su trato con el personal, los colegas y los pacientes. Los observadores se dieron cuenta de que la gente sonreía y bromeaba más con Dos, pero también de que expresaban más sus opiniones que en el departamento de Uno, del que a menudo se marchaban los profesionales con talento, que se veían inexorablemente atraídos por el ambiente de trabajo más cálido de Dos. Al reconocer que su estilo de liderazgo era socialmente inteligente, la junta directiva del propietario del hospital eligió a Due como nuevo director general. 

Goleman especifica además que "entre los C-Levels, el 85% de las habilidades que distinguen a los que tienen mayor rendimiento son de Inteligencia Emocional. Son datos que no he recogido yo, sino las propias empresas. Un C-Level ya no utiliza habilidades técnicas. Lo que hace la mayor parte del tiempo es gestionar a las personas, además de a sí mismo" (Goleman, 2012). El arte del liderazgo consiste en alcanzar los objetivos a través de la calidad del trabajo de los demás, afirma el psicólogo estadounidense. 

El arte del liderazgo consiste en llevar y mantener a las personas al más alto nivel de rendimiento, y esto ocurre cuando las personas se encuentran en el mejor estado de bienestar personal. Se trata de un estado óptimo, el flujo, en el que la propia persona se asombra de los resultados que consigue, y que se define a través de la investigación sobre los más diversos profesionales, desde bailarinas a jugadores de ajedrez, desde altos directivos a militares (Goleman, 2012). 

El flujo tiene ciertas características que se encuentran regularmente: un estado de enfoque inquebrantable en el objetivo; concentración al cien por cien; flexibilidad y adaptabilidad totales, pase lo que pase se puede manejar; el nivel más alto de tensión en las habilidades personales. 

1.2. Características del estado de flujo 

A principios del siglo XIX, todos los días -haga el tiempo que haga, sol o nieve- se podía ver a un hombre caminando por las murallas de la ciudad de Viena. Este hombre era Beethoven, quien, en el curso de sus andanzas, elaboró en su cabeza las magníficas sinfonías que luego plasmaría en el papel. Para él, el mundo dejó de existir; en vano la gente se levantaba el sombrero a su paso. No veía nada; su mente estaba en otra parte (Walter Benjamin, 1986). 

Uno de los problemas más frecuentes que recuerdo en la casa de mi infancia era la falta de atención que mi hermano y yo prestábamos a nuestros padres cuando estábamos "absortos" en nuestros juegos. En ese momento, no teníamos sentido del tiempo y estábamos totalmente concentrados en nuestra actividad. Sólo décadas después me di cuenta de que en esas ocasiones estábamos experimentando el llamado estado de flujo. Durante el estado de flujo el mundo exterior deja de existir, no se perciben palabras ni ruidos. No hay más distracciones ni pensamientos negativos. El miedo y la ansiedad cesan, el juicio y la crítica ya no importan. Uno es transportado por una fuerza positiva. Esto sólo se consigue haciendo algo que realmente le interese y que se plantee como un reto.

La psicología ha interpretado tradicionalmente la necesidad de integrar el interés por la enfermedad mental y el malestar psíquico con la investigación de los procesos de crecimiento y expresión del potencial de los individuos, grupos y organizaciones. Por ello, se ha desarrollado una psicología basada en un análisis epistemológico, teórico y práctico de lo positivo (Muzio, Riva, Argenton, 2012). Para apoyar la adquisición progresiva de bienestar y felicidad, es necesario preguntarse cuáles son los fundamentos del funcionamiento óptimo de las personas con el fin de la potenciación individual y social. El primero en mencionar explícitamente el potencial teórico y aplicativo de la psicología positiva fue Abraham Maslow en 1954 (López, Gallagher, 2011). Casi medio siglo después, como intérpretes de esta necesidad y apoyándose en la tradición de investigación que entretanto estaba surgiendo en relación con el desarrollo y la promoción del bienestar, Martin Seligman y Mihaly Csikszentmihalyi afirmaron concretamente la posibilidad de una psicología centrada en la positividad de la experiencia subjetiva, los rasgos individuales y las virtudes sociales (Seligman, Csikszentmihalyi, 2000). Los requisitos para una búsqueda efectiva del bienestar y la felicidad se originan en el entrelazamiento de tres trayectorias existenciales específicas: 

  • una vida agradable, caracterizada por la búsqueda de una marcada positividad de los afectos y las emociones en el pasado, el presente y el futuro. La satisfacción, el contento y el orgullo se convierten así en las palabras clave para entender el pasado; la esperanza, la confianza y el optimismo para el futuro; la fluidez y la felicidad para el presente; 
  • una vida comprometida, que puede lograrse mediante la expresión de los propios puntos fuertes y talentos, realizando actividades agradables con altos niveles de absorción e implicación. La dedicación a estas actividades y a los retos que plantean garantiza que el individuo se adapte mejor al entorno y desarrolle sus puntos fuertes; 
  • una vida con sentido, basada en la posibilidad de poner el propio potencial al servicio de un propósito que lo ponga en contacto con una realidad más amplia que la propia, disfrutada en las relaciones sociales e interpersonales con la alteridad. 

Este enfoque sugiere, por tanto, que es posible trabajar en la calidad de la experiencia personal para mejorar el bienestar y generar resiliencia en los individuos, las sociedades y las organizaciones (Botella et al., 2012; Riva, Baños, Botella, Wiederhold, Gaggioli, 2012). 

Uno de los resultados más interesantes de la psicología positiva es el enfoque en la experiencia óptima -también llamada flujo (Seligman, 2003)- que se considera como uno de los elementos principales para una vida plena (engaged life) y una vida con sentido. En el flujo, la acción del sujeto procede libremente y en armonía con el contexto circundante, favoreciendo un nivel de absorción total en la actividad practicada (Csikszentmihalyi, 1975, 1985, 1990, 2000). 

Al trabajar en estrecho contacto con muchos artistas, Csikszentmihalyi había observado que la pasión, la dedicación y la alegría por su trabajo, independientemente del éxito, permanecían casi inalteradas a lo largo del tiempo, y eran un elemento constitutivo del bienestar percibido. En particular, había algo ineludible e intrínsecamente fascinante en el propio proceso creativo que les impulsaba: la posibilidad de perderse en una burbuja atemporal y entrar en pleno contacto con las propias composiciones, accediendo a un estado de plena fluidez de conciencia, en el que mente y cuerpo trabajan al unísono y en perfecta armonía (Muzio, Riva, Argenton, 2012). 

Hablar de flujo es, por tanto, referirse a una sensación holística, caracterizada por una súbita expansión de los límites del yo -de la conciencia-, por una deconstrucción de la experiencia temporal y por un aumento significativo de la percepción de control sobre la propia actividad (Csikszentmihalyi, 1975/2000). 

En los años setenta, basándose en su trabajo de investigación y desarrollo sobre la creatividad, Csikszentmihàlyi inició un estudio sobre el flujo de conciencia, un fenómeno que puede encontrarse en la psicología cuando se dan unas condiciones específicas de funcionamiento (los conceptos de Ego, Yo y conciencia se tratarán con más detalle en el capítulo 5). En concreto, como psicólogo conductista, Csikszentmihàlyi estudió la base del mecanismo que observó en el comportamiento de los artistas. El estado de flujo y el concepto de inteligencia 45 modus operandi se caracterizan por una concentración máxima, una atención elevada, la ausencia de fatiga y una alteración total del sentido del paso del tiempo. Csikszentmihàlyi identificó la motivación intrínseca, que en sí misma genera gratificación y apoya al individuo en la búsqueda de la meta, como el principal estímulo interno para que se produzca este proceso. 

¿Recuerda los goles de Maradona en los cuartos de final de la Copa Mundial de la FIFA 1986 entre Argentina e Inglaterra? Fue el 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca de la Ciudad de México. Maradona acababa de marcar el primer gol con la mano (la mano de Dios), el árbitro no se dio cuenta, lo validó y el público del estadio y de todo el mundo rugió. Maradona quiso acabar con cualquier duda sobre el valor de aquel partido, que tenía connotaciones deportivas pero también políticas. Cinco minutos más tarde, emprendió una carrera de 60 metros en 10 segundos, directamente hacia la portería inglesa, dejando atrás a cinco jugadores rivales y finalmente al portero Shilton, antes de depositar el balón del 2-0 en la red. Fue descrito como el gol del siglo, premiado como el "mejor gol de la historia de la Copa Mundial de la FIFA". Maradona contó más tarde que se encontró en un estado de trance durante esta acción. Este es el trance competitivo del que hablaremos en un momento. 

Este enfoque conductual y motivacional, correlativo a un estado psicofísico preciso, ha sido profundizado y sintetizado por Csikszentmihàlyi en la elaboración de la teoría del flujo, entendida como el estado de flujo, una experiencia autotélica y en sí misma totalmente gratificante en la que se sumerge el individuo cuando hace algo que le involucra por completo, le satisface y le aporta disfrute. Es una experiencia psicológica subjetiva que permite centrar la atención en una acción o un objetivo. Es un estado de implicación total y de inmersión completa en la tarea en el que se equilibran el compromiso, la dificultad, las habilidades y las capacidades del individuo. Cuando estos factores están equilibrados y en armonía, surge el estado de flujo; por el contrario, en caso de desequilibrio a favor de las habilidades, se produce el aburrimiento; por el contrario, en caso de desequilibrio a favor de la carga, se produce el estrés negativo. Para analizar estos aspectos con mayor profundidad, se puede recurrir al análisis de la Escala de Estado de Flujo, que identifica 9 competencias que se corresponden bien con las 9 dimensiones fundamentales del flujo identificadas por Mihaly Csikszentmihalyi (1990): 

1. balance/equilibrio entre retos y habilidades: en el estado de flujo existe un equilibrio entre estos dos aspectos y gracias a ello el esfuerzo de la acción no se percibe como agotador. Estamos ante el concepto de ligereza que se explorará en los siguientes capítulos. Si los retos se perciben como superiores a las propias capacidades, surge un estado de ansiedad; si, por el contrario, la tarea se percibe como demasiado fácil y predecible, se genera aburrimiento. Por lo tanto, los individuos deben recalibrar constantemente el equilibrio entre los retos y las habilidades, tratando de identificar el equilibrio que más probablemente conduzca a un estado de flujo; 

Figura 1. Representación de la Escala de Estado de Flujo.

2. integración de la acción y la conciencia o el conocimiento: cada día el individuo realiza innumerables actividades automáticas, pero sólo en los momentos en los que se requiere un alto nivel de concentración la conciencia se vincula con la acción (por ejemplo, si de repente estalla una tormenta eléctrica mientras se conduce, la concentración aumenta bruscamente). En la fluidez de la experiencia óptima, la mente y el cuerpo trabajan al unísono. Se trata de un fenómeno muy común en personas especialmente creativas, como artistas, escritores y músicos, deportistas, que suelen referirse a la percepción de fundirse con el espectáculo cuando relatan su experiencia óptima; 

3. objetivos claros: los objetivos claros y específicos son la base de la experiencia de flujo, garantizando la inmersión total en la tarea. La conciencia de los propios actos permite alcanzar la plena satisfacción. De lo contrario, se corre el riesgo de perderse en los meandros de la experiencia y en pensamientos sobre posibles diferencias operativas. La presencia de objetivos específicos, realistas y medibles está muy relacionada con el equilibrio entre los retos y las competencias. Además, dado que la experiencia del flujo se origina en la constante interacción del sujeto con el entorno, presupone la centralidad de una motivación emergente en un sistema abierto (Csikszentmihalyi, 1985; Nakamura, Csikszentmihalyi, 2011); 

4. retroalimentación inmediata: el efecto de la acción debe ser inmediata y claramente perceptible para el sujeto. La búsqueda de objetivos precisos debe estar respaldada por una retroalimentación inmediata y claramente descifrable. Cada vez que el individuo realiza una acción, debe ser capaz de saber si ha actuado correctamente o no, y así intuir qué cambios debe hacer en su conducta. Como se verá más adelante, este aspecto también es crucial en el concepto de gamificación. Si la retroalimentación ambiental no puede ser identificada inmediatamente, es posible internalizar parámetros y criterios de juicio, capaces de anticipar la respuesta y posteriormente integrarse con ella, guiando las elecciones de acción del sujeto (Muzio, Riva, Argenton, 2012); 

5. concentración en la tarea: en el flujo hay un estado de absorción total, en el que la concentración es tan total y envolvente que anula todos los demás pensamientos. La entrada en el estado de flujo se ve facilitada por una perfecta armonización de la atención con la conciencia. La gran mayoría de los recursos cognitivos de los que dispone el individuo se orientan selectivamente hacia la actividad que se practica, de modo que todo lo ajeno a ella pierde importancia. Aunque la concentración es extremadamente alta e intensa, es absolutamente espontánea; 

6. ausencia de preocupaciones: en este estado, el más mínimo detalle se maneja con total naturalidad y con la percepción de poder hacer frente a las exigencias del entorno de la mejor manera posible. En este caso, el sujeto se percibe a sí mismo como protagonista absoluto de sus propias acciones, saboreando la posibilidad de superar retos complejos sin miedo a perder el control. No hay pensamientos debilitados por los miedos, los jueces y las críticas; 

7. Pérdida del sentido del yo y de la conciencia de sí mismo: el sujeto se convierte en la propia acción, la atención y la conciencia se centran únicamente en la actividad. Se desactiva el juicio sobre uno mismo y sus acciones, que suele ser un obstáculo y una limitación importante en el rendimiento. La fluidez de la conciencia puede ser tan intensa que el control consciente desaparece, dando rienda suelta a la espontaneidad; 

8. deconstrucción del tiempo: el tiempo se percibe en función de la acción. Así, para algunos, el tiempo se detiene, para otros fluye más rápido, para otros parece ralentizarse. En las experiencias de flujo, la percepción del tiempo es diferente pero no está distorsionada como en la ansiedad, la depresión y la psicosis; 

9. experiencia autotélica: el término autotélico en la lengua griega indica una meta o propósito. Significa que la actividad es un fin en sí misma, no se realiza con la intención de obtener beneficios o motivos ulteriores, por lo que una experiencia puede definirse como autotélica cuando está favorecida por una auténtica motivación interna y por la posibilidad de encontrar en la actividad una extraordinaria sensación de diversión, placer y satisfacción. Este aspecto también se abordará en el capítulo dedicado a la gamificación. Csikszentmihalyi (1975/2000) ha profundizado en el concepto de autotelismo. Aunque el flujo es una experiencia universal, hay individuos que, en comparación con otros, presentan una mayor frecuencia y extensión de la experiencia de flujo. Se trata de verdaderas personalidades autotélicas, capaces de experimentar el estado de flujo por la presencia de metacompetencias, como la curiosidad, la determinación y la motivación intrínseca (Muzio, Riva, Argenton, 2012). 

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